Half of me wants to write every detail down now, before I forget, before the memory fades away. It wishes that I had had at least a tape recorder, to remember every sweet thing Ben said to me, the casual yet poetic meandering of our three-hour conversation. To play it back one day in the future when I am not feeling myself, or forget how much he loves me. Or maybe if I’d had a camera, to capture the eerie brightness of the full moon and the crisp shadows our bodies cast in the sand. The rabid froth forming on the tips of the tunnels of water.
But the other half of me knows that everything was perfect. It wouldn’t change a thing. Not the bumbling in the dark hills in search of a way to get to the private beach without security stopping us, not drinking champagne straight out of the bottle as the loudest waves I’ve ever heard crashed onto the shore tirelessly. Not the way he looked at me when he said “Will you grow old with me?” or the feeling of his arms wrapped around me as I imagined how precious he’ll look with gray hair and wrinkles, or the streams of moisture on our cheeks that were evident when we finally let go.
I wouldn’t change a thing.
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Por un lado quiero apuntar cada detalle ahora, antes de que se me olvide, antes de que la memoria se esfume. Me hubiera gustado tener por lo menos una grabadora de voz, para poder recordar cada palabra linda que salió de su boca, la trayectoria casual y poética de la conversación que duró casi 3 horas. Y así poderla escuchar algún día cuando no me sienta yo, o cuando se me olvide cuánto me quiere. O que tal si hubiera tenido una cámara, para captar el brillo majestuoso de la luna llena y las sombras perfectas de nuestros cuerpos en la arena. La espuma que brotaba furiosa de los túneles de olas.
Pero por otro lado sé que todo fue perfecto. No cambiaría absolutamente nada. Ni las vueltas en el cerro buscando cómo entrar a la playa privada sin que nos parara el de seguridad, ni tomar champán directamente de la botella mientras las olas más ruidosas de mi vida chocaban repetidamente contra la playa. No cambiaría la forma en que me miró cuando dijo “¿Quieres envejecer conmigo?” o el sentimiento de sus brazos envolviéndome mientras me imaginaba lo precioso que se va a ver con canas y arrugas. Ni los ríos de sal empapando nuestros cachetes que pudimos ver cuando finalmente nos soltamos.
No, no cambiaría absolutamente nada.
photos by Benjamin Vargas, Yesenia Lopez and Holly Tuggy